Ya antes de la entrada de los músicos la
expectación por ver con que sorprendería el músico cubano/malagueño (recordemos
que recientemente ha sido propuesto como hijo adoptivo de la provincia de
Málaga por la diputación provincial) se palpaba en el ambiente. Las miradas
entre los presentes decían “esta noche vamos a disfrutar” y ninguno podía
prever que la primera sorpresa se produciría antes de lo previsto.
Minutos antes de las once de la noche, caminando con dificultad con el apoyo de dos personas, hacía su aparición en la primera fila del auditorio el gran Valdés, pero no el que todos estaban esperando sino el papá, el grandísimo y legendario Bebo Valdés. Los espectadores del lado izquierdo de la grada ya lo adelantaron con algunos gritos de exclamación y sorpresa “mirad, está Bebo…” y conforme su figura se iba adivinando al pie de escenario la ovación empezó a ser tan tremenda que ni siquiera pudo llegar a su asiento. Visiblemente emocionado por tan cálido acogimiento se deshizo en devolver tanto cariño con reverencias y muestras de agrado. Los aplausos continuaron mientras su lento caminar lo llevó hasta el asiento que tenía asignado. El público ya estaba contagiado de una efervescencia colectiva, de un bonus track emocional que no estaba previsto. Había visos de una gran noche. Y la banda no se hizo esperar, los cinco músicos aparecían en el escenario inyectados de alegría por ese público que ya estaba rendido a la emoción y anhelante de buena música. En este caso la formación era un quinteto formado por Chucho Valdés al piano, Lázaro Rivero Alarcón al contrabajo y bajo eléctrico, Juan Carlos Rojas Castro a la batería, Yaroldy Abreu Robles y Dreiser Durruthy Bombalé a las percusiones.
Minutos antes de las once de la noche, caminando con dificultad con el apoyo de dos personas, hacía su aparición en la primera fila del auditorio el gran Valdés, pero no el que todos estaban esperando sino el papá, el grandísimo y legendario Bebo Valdés. Los espectadores del lado izquierdo de la grada ya lo adelantaron con algunos gritos de exclamación y sorpresa “mirad, está Bebo…” y conforme su figura se iba adivinando al pie de escenario la ovación empezó a ser tan tremenda que ni siquiera pudo llegar a su asiento. Visiblemente emocionado por tan cálido acogimiento se deshizo en devolver tanto cariño con reverencias y muestras de agrado. Los aplausos continuaron mientras su lento caminar lo llevó hasta el asiento que tenía asignado. El público ya estaba contagiado de una efervescencia colectiva, de un bonus track emocional que no estaba previsto. Había visos de una gran noche. Y la banda no se hizo esperar, los cinco músicos aparecían en el escenario inyectados de alegría por ese público que ya estaba rendido a la emoción y anhelante de buena música. En este caso la formación era un quinteto formado por Chucho Valdés al piano, Lázaro Rivero Alarcón al contrabajo y bajo eléctrico, Juan Carlos Rojas Castro a la batería, Yaroldy Abreu Robles y Dreiser Durruthy Bombalé a las percusiones.
Como saben, a Chucho no le hace falta mucha
preparación para empezar a tocar en cuanto se sienta cerca del piano así que no
se hizo esperar y arrancó el repertorio lleno de swing con un Tributo a Duke
ellington extendiendo su manto
jazzístico sobre composiciones de los más diversos estilos, desde el célebre
bolero “Bésame mucho“ hasta “Sheherezade”
de Rimsky Korssakoff, pasando por “Malagueña”.
Al de Cuba le faltaron las pantuflas para
sentirse como en una fiesta privada entre familia y amigos. Tan entrañable como
siempre iba adentrándose en la noche con sus temas que parecían salpicados de
capricho y se le notaba cada vez más a gusto. El público lo notaba y por ello
cada uno de los espectadores se sentía especial por poder estar allí. Definitivamente
la cercanía de este músico contrasta con la estantería que tiene en casa llena
de premios Grammy. Pero, por si no lo saben todavía, Chucho es único. Aparte de una nueva exhibición del maestro
Valdés -una más pero nunca dejamos de quedarnos con la boca abierta como si
fuera la primera vez- es destacable el especial estado de gracia del batería
Juan Carlos Rojas, aunque los cinco estuvieron muy bien porque se notaba que se
lo estaban pasando genial en el escenario y, ya se sabe que cuando los músicos
de jazz disfrutan tocando surgen momentos inolvidables.
El bajista alternaba el contrabajo con el bajo
eléctrico según los temas haciendo gala de una exquisita técnica y los
percusionistas volvían locos a la grada calentando más si cabe cada instante.
No podemos dejar de mencionar los cantos caribeños de los que todos
participaban que el público agradeció como guindas de pastel.
El momento más emotivo de la noche fue cuando
Chucho anunció que el siguiente tema iba dedicado a su padre, Bebo Valdés; un
tema compuesto en homenaje, según la explicación del propio Chucho, a la madre
de Bebo, que es su abuela, Caridad Amaro. La locura colectiva no tardó en
transformarse de nuevo en aplausos que Bebo hizo suyos con ese gran corazón que
tiene dentro del pecho, visiblemente emocionado por la ovación de los
malagueños.
En definitiva una gran noche de música a la
que no le faltó nada, en un entorno estupendo, con una temperatura idónea para
una velada de concierto. Esperemos que se repita lo más pronto posible.
Ohhhh... a esa noce le falte yo!!!!
ResponderEliminarMarta