sábado, 14 de julio de 2012

Chucho toca para Bebo

No podía ser otro el titular del concierto que anoche pudimos disfrutar en “Portón del Jazz”,  festival que organiza el municipio de Alhaurín de la Torre (Málaga). Sin duda uno de los mejores espectáculos que pueden verse por el territorio nacional en estos últimos años: un nuevo concierto de Chucho Valdés. Da igual el formato de la banda, Chucho siempre sorprende con el mágico paseo de sus dedos por el teclado, con la variedad de sus adaptaciones, la improvisación en conexión directa con el sentir del público y, sobre todo, un carisma y una simpatía al alcance de muy pocos. Si a todo esto unimos que anoche hubo un espectador de excepción en primera fila, su padre, el inigualable Bebo Valdés, pronto comprenderán que los que no estuvieron allí perdieron una oportunidad única de participar en el “trance” musical y emocional que la banda de Chucho creó en el recinto alhaurino.

 Ya antes de la entrada de los músicos la expectación por ver con que sorprendería el músico cubano/malagueño (recordemos que recientemente ha sido propuesto como hijo adoptivo de la provincia de Málaga por la diputación provincial) se palpaba en el ambiente. Las miradas entre los presentes decían “esta noche vamos a disfrutar” y ninguno podía prever que la primera sorpresa se produciría antes de lo previsto.

Minutos antes de las once de la noche, caminando con dificultad con el apoyo de dos personas, hacía su aparición en la primera fila del auditorio el gran Valdés, pero no el que todos estaban esperando sino el papá, el grandísimo y legendario Bebo Valdés. Los espectadores del lado izquierdo de la grada ya lo adelantaron con algunos gritos de exclamación y sorpresa “mirad, está Bebo…” y conforme su figura se iba adivinando al pie de escenario la ovación empezó a ser tan tremenda que ni siquiera pudo llegar a su asiento. Visiblemente emocionado por tan cálido acogimiento se deshizo en devolver tanto cariño con reverencias y muestras de agrado. Los aplausos continuaron mientras  su lento caminar lo llevó hasta el asiento que tenía asignado. El público ya estaba contagiado de una efervescencia colectiva, de un bonus track emocional que no estaba previsto. Había visos de una gran noche. Y la banda no se hizo esperar, los cinco músicos aparecían en el escenario inyectados de alegría por ese público que ya estaba rendido a la emoción y anhelante de buena música. En este caso la formación era un quinteto formado por Chucho Valdés al piano, Lázaro Rivero Alarcón al contrabajo y bajo eléctrico, Juan Carlos Rojas Castro a la batería, Yaroldy Abreu Robles y Dreiser Durruthy Bombalé a las percusiones.

Como saben, a Chucho no le hace falta mucha preparación para empezar a tocar en cuanto se sienta cerca del piano así que no se hizo esperar y arrancó el repertorio lleno de swing con un Tributo a Duke ellington  extendiendo su manto jazzístico sobre composiciones de los más diversos estilos, desde el célebre bolero “Bésame mucho“  hasta “Sheherezade” de Rimsky Korssakoff, pasando por “Malagueña”.

Al de Cuba le faltaron las pantuflas para sentirse como en una fiesta privada entre familia y amigos. Tan entrañable como siempre iba adentrándose en la noche con sus temas que parecían salpicados de capricho y se le notaba cada vez más a gusto. El público lo notaba y por ello cada uno de los espectadores se sentía especial por poder estar allí. Definitivamente la cercanía de este músico contrasta con la estantería que tiene en casa llena de premios Grammy. Pero, por si no lo saben todavía, Chucho es único. Aparte de una nueva exhibición del maestro Valdés -una más pero nunca dejamos de quedarnos con la boca abierta como si fuera la primera vez- es destacable el especial estado de gracia del batería Juan Carlos Rojas, aunque los cinco estuvieron muy bien porque se notaba que se lo estaban pasando genial en el escenario y, ya se sabe que cuando los músicos de jazz disfrutan tocando surgen momentos inolvidables.

El bajista alternaba el contrabajo con el bajo eléctrico según los temas haciendo gala de una exquisita técnica y los percusionistas volvían locos a la grada calentando más si cabe cada instante. No podemos dejar de mencionar los cantos caribeños de los que todos participaban que el público agradeció como guindas de pastel.

El momento más emotivo de la noche fue cuando Chucho anunció que el siguiente tema iba dedicado a su padre, Bebo Valdés; un tema compuesto en homenaje, según la explicación del propio Chucho, a la madre de Bebo, que es su abuela, Caridad Amaro. La locura colectiva no tardó en transformarse de nuevo en aplausos que Bebo hizo suyos con ese gran corazón que tiene dentro del pecho, visiblemente emocionado por la ovación de los malagueños.

En definitiva una gran noche de música a la que no le faltó nada, en un entorno estupendo, con una temperatura idónea para una velada de concierto. Esperemos que se repita lo más pronto posible.




1 comentario: